Blogia
Corazón

Páginas sueltas

Mientras dormías

Mientras dormías Abro la puerta de la habitación y allí estás tú en los brazos de Morfeo. Me acerco despacio para no despertarte y me siento a un lado de la cama. Hace calor. Una sonrisa se esboza en mis labios.

Mis ojos recorren lentamente tu cuerpo envuelto en una sábana. Sí, mis ojos resplandecen mirándote. Percibo formas, texturas, colores, olores. Me detengo en tu rostro.

- ¡Qué labios tan bonitos!, Corazón. Te queda muy bien ese tono- , susurro para mi interior.

- El color rojo te favorece. Es muy sexy, creo yo. Y me encanta ver como se acercan tus labios muy despacio a los míos- sigo pensando.

Por unos instantes no dejo de mirarte. Te mueves. Interrumpes tu sueño. Me preguntas en qué pienso. Sólo acierto a decir:

- Estaba recordando la primera vez que garabateé tu nombre y el mio en la arena.

Vestido de azul

Vestido de azul Vestido de azul me dirijo, con paso decidido, a ver un espectáculo. Espectáculo gratuito que me incita a la reflexión. Vestido de azul.

Un aire gélido acaricia mi rostro. El terreno se hace cada vez más inaccesible y mis piernas flaquean por momentos. Vestido de azul.

Una burbuja me preserva del frío y del cansancio. Hasta que por fin alcanzo la cima. Me siento en el suelo y me reclino. Vestido de azul.

Miro todo con fascinación. Espesuras llenas de flores de todo tipo. Senderos que las atraviesan. Un pequeño riachuelo cuya agua corre con lentitud. Vestido de azul.

Aquí la vida se detiene. Ahora pertenezco a la espesura, a los árboles a punto de germinar, a las flores, a la tierra, al río. Vestido de azul.

Quiero. Quiero abrazar todo. Siento. Siento vértigo. Me estremezco. Vestido de azul.

Si paras el tiempo y te detienes en mi, a través de mi mirada se filtrarán pensamientos cercanos, imágenes de ensueño.

Vestido de azul he de regresar. Nunca odié tanto como hoy volver a la realidad.

Sensaciones

Sensaciones Caminaba hacia el hotel y caía una lluvia lenta y triste que me ha ido empapando poco a poco, resbalando sobre mi frente, mojando mi cabello, recorriendo las arrugas de mi rostro. Fría. Estaba fría. Parecía que de un momento a otro iba a atravesar mi piel y llegaría al corazón, paralizándolo.

Ahora, atrapado aquí dentro, oigo el gotear de las hojas de los camelios en flor, que adornan la calle. Oigo el sonido constante, -plin, plin-plin- sobre los cristales. Oigo mis palabras resonando en mi cerebro.

Y deseo. Deseo que la lluvia se convierta en pequeñas bolas de nieve y cubra de blanco la ciudad. Deseo romper esas cadenas, que unidas por nuestros miedos, no nos dejan volar.

Diablillo versus Hechicero

Diablillo versus Hechicero Cuando era pequeño me gustaba ponerme mi disfraz de diablillo.

Ponérmelo y esconderme detrás de las esquinas para asustar a algún tranquilo transeúnte que pasara por allí.

Me ajustaba la careta y en compañía de aquel fiel amigo, Jordi, salíamos gritando: “soy un demonio”, “soy un monstruo”.

Unos se reían y otros nos ponían malas caras.

Ha pasado el tiempo. Mucho tiempo.

El domingo pasado caminaba por una céntrica calle de mi ciudad. Yo iba ensimismado pensando en no-se-qué y al doblar la calle me encontré con un niño disfrazado de diablillo. Pero esta vez, el diablo no asustó.

Fui yo el que asusté, sin proponérmelo, al diablillo.